viernes, 15 de noviembre de 2013

Apologia de la crítica

En el capítulo de estrategias de organización me gustaría hoy revindicar el papel de las críticas.   Pretendo defender que un buen trabajo, una buena organización, necesita recibir críticas y tener una cultura de aprovechamiento de las mismas.

En mi opinión la crítica no tiene toda la buena prensa que debería tener.   Aunque  muchas personas, entre las que creo que me puedo contar, disfrutamos con las críticas (y digo disfrutar en voz alta), otras piensan que en general las críticas son negativas y un obstáculo más que una ayuda.  No me atrevo a decir cual de los dos grupos es mayoría pero estoy casi seguro de que pese a encontrarme en el primero es el segundo el más habitual.

Tengo que hacer una observación que supongo que repetiré cuando hable de otros aspectos organizativos.  La necesidad de la crítica no significa que solo tenga que haber crítica, de la misma forma que defender la fruta para una correcta alimentación no significa que 'solo' haya que comer frutas.  Además de crítica la organización requiere más cosas, pero hoy voy a centrarme en este componente.  Otro día iremos completando una dieta sana.

Supongo que mi afición por la ciencia ayuda a apreciar positivamente la crítica.  En la investigación científica es imprescindible.  Tanto que incluso algunas de las principales teorías de filosofía de la ciencia en el siglo XX, tomando como referencia a Karl Popper, considera que la ciencia es la emisión de teoría falsables. Esa falsabilidad, o sea, la búsqueda de hechos que hagan falsa la teoría, es de alguna forma una llamada a la necesidad de la crítica.   El científico busca criticar teorías para así hacer una mejor. Sin crítica, la ciencia no tiene sentido.  Cabe filosofía sin crítica y por supuesto toda religión es contraria a la crítica.   Por eso la ciencia genera conocimiento a diferencia de la religión y con claras ventajas respecto a la filosofía.

A menudo se suele hablar de crítica constructiva para distinguirla de otra posible crítica destructora.   La primera ayuda, la segunda entorpece.  Pero esta clasificación por resultados no ayuda a distinguir cual es la buena de la mala.  Propongo otra manera de verlo.  La crítica que defiendo es la crítica razonada, esto es la que aporta argumentos.  La protesta irracional no es una crítica, más bien es una forma de violencia.

En realidad la etimología del término crítica hace clara mi precisión anterior, pero con el tiempo ha derivado en las dos accesiones de la palabra, que para mi son radicalmente distintas.  Dice el DRAE (Diccionar de la Real Academia) que criticar es:
 
1. tr. Juzgar de las cosas, fundándose en los principios de la ciencia o en las reglas del arte.
2. tr. Censurar, notar, vituperar las acciones o conducta de alguien.

En la literatura de autoayuda (esa que tanto aborrezco) se revindica poco la crítica.  Entre otros motivos parece chocar con uno de sus dioses: la motivación.  No quiero despreciar la importancia de la motivación.  Es más, otro día espero hacer un artículo para revindicarla (¡y criticarla!).   Pero me parece observar que muchas posturas, deslumbradas por haber descubierto las ventajas de la motivación, parecen no querer buscar nada más y contentarse con comer solo motivación.  Eso no es una dieta sana.   Decía Bertrand Rusell que algunos confunden acción con emoción.  

La postura que me gustaría combatir es la de rechazo visceral a la crítica.  La encuentro demasiado a menudo, y a veces en personas a las que aprecio y valoro.  Ante una crítica responden con agresividad.    No voy a desglosar esas respuestas.  Hay un buen catálogo de ellas en 'Aprender a tener razón' un curioso librito de Shopenhauer que espero criticar un día.   La inseguridad suele estar en ese rechazo instintivo de las críticas.